¿Qué son los mecanismos de defensa?
Los mecanismos de defensa son formas en que el sistema psíquico enfrenta todo aquello que considere peligroso para la integridad emocional del sujeto.
Explicado de otra manera, los mecanismos de defensa están ahí para proteger a las personas frente a sucesos externos o internos que generen demasiados niveles de ansiedad y angustia que pudieran ser perjudiciales para quien lo vive.
Sin embargo, no es que con su aparición solucione aquello que genera ansiedad, miedo o angustia, sólo la reducen y sacan al sujeto de ese espacio de conflicto por unos momentos.
Además, los mecanismos de defensa pueden ser muy útiles frente a algunos eventos, pero también, cuando se rigidizan (es decir que se utilizan indistintos del contexto), pudieran no ser funcionales, es decir, hasta cierto punto los mecanismos de defensa son necesarios para ir lidiando con las diversas situaciones que se viven, pero también, es necesario enfrentar esas situaciones y permitir el desarrollo de las emociones.
Por ello, cuando los mecanismos se comienzan a utilizar desproporcionadamente o aparecen en contextos que no son necesarios, se pudiera requerir un apoyo profesional externo para ir manejando y acomodando las formas en que enfrentamos el dolor.
Estos procesos no son conscientes por las personas, no es que se pueda manejar qué tipo de mecanismo se quiere experimentar o cuál se quiere usar, eso dependerá de cada individuo y de cada vivencia personal que se tenga.
¿Qué tipos existen?
Existen varios mecanismos de defensa entre los cuáles podemos encontrar:
- Represión: este mecanismo de defensa funciona a través de impedir que ciertos recuerdos o emociones salgan a flote en la consciencia. Esto es común en situaciones traumáticas en las que las personas dicen no recordar lo ocurrido, esto es porque se reprime ese recuerdo y se aleja la capacidad de recordarlo.
- Negación: este mecanismo funciona través de ignorar o desconocer una situación que ocurre y que ha generado demasiada ansiedad o angustia. Esto es muy común frente al fallecimiento de algún ser querido, por ejemplo, pese a que el hecho ocurre en la realidad, dentro de sí mismas las personas desconocen su ocurrencia, lo niegan porque enfrentarlo sería demasiado doloroso.
- Disociación: este mecanismo de defensa funciona a través de la separación entre una ocurrencia externa y nuestras emociones debido a la alta intensidad que eso nos genera. Si pudiéramos dar un ejemplo, los tableros de la electricidad son una buena forma de entenderlo, los tableros tienen unos interruptores que están listos para desconectarse cuando hay una subida de corriente, esto es para proteger que no exista un cortocircuito y que se genere un incendio. Esto es lo que hace la disociación, frente a algo externo que es demasiado difícil de afrontar, separa las emociones y con ello “protege” al sistema de un colapso, por lo que las personas se sienten “desconectadas” de su mundo afectivo, pese a que hablen de suceso, no se expresa emocionalmente.
- Proyección: este mecanismo de defensa funciona a través de poner todo aquello que es intolerable o inaceptable en sí mismos (emociones, vivencias, rasgos de personalidad entre otros) en las demás personas que los rodean. Cuando se traspasa aquello que no gusta de sí mismo a otros, permite que sea más llevadero. Por ejemplo, una persona que tiende a ser agresiva considera que los demás son agresivos y no se considera a sí misma con esta categoría, pero sí se expresa de lo molesto que es en los demás.
- Idealización: este mecanismo de defensa funciona a través de ensalzar las características de otra persona, llevándolo casi a la perfección lo que puede generar muchas dificultades en la medida que como seres humanos la perfección no es posible. En la medida que idealizamos a otro no se logan ver aquellos aspectos más complejos de su personalidad o aquellos aspectos que pudieran ser considerados negativos como errores, grados de violencia, entre otros y se justifica para ajustarlo con la imagen idealizada que tiene la persona. Esto también pudiera ocurrir con eventos externos, por ejemplo, idealizar experiencias omitiendo todo aquello que fue intolerable.
- Intelectualización: este mecanismo de defensa funciona a través de evadir la experiencia emocional frente a un evento utilizando la lógica y la razón para analizar lo ocurrido, en otras palabras, las personas piensan las emociones en vez de sentirlas, esta supresión de emociones permite a las personas recuperar el control de sus impulsos y de lo que siente frente a un evento particular. Por ejemplo, frente al término de una relación de pareja que puede ser muy doloroso, la persona que intelectualiza podría buscarle explicaciones lógicas a todos aquellos eventos que justifican el término, comprendiéndolo desde la razón y, por ende, se minimiza e ignora el dolor emocional.
- Sublimación: en este mecanismo de defensa, las personas cuando se enfrentan a conflictos emocionales o ciertas amenazas de su mundo interno, exteriorizan esos sentimientos o impulsos que pudieran ser potencialmente desadaptativos y los convierte en algo que sea socialmente aceptable. Por ejemplo, si considera que tiene una forma de expresar la rabia que puede ser peligrosa porque se tiende a golpear cosas o a otros, podría buscar deportes que le permitan esta expresión y así canalizar esta forma en algo socialmente aceptable.
- Regresión: en este mecanismo defensivo, las personas vuelven a comportarse como lo hacían en una etapa anterior de sus vidas. Esto es muy usual en niños que han vivenciado situaciones traumáticas y, por ejemplo, vuelven a solicitar el biberón cuando ya lo habían dejado o vuelven a gatear cuando ya caminaban, entre otros. La lógica de este mecanismo es poder volver a una etapa en la que se sentía más seguridad y menos angustia porque lo que se vive en la actualidad es intolerable para el sistema psíquico y emocional. También puede presentarse en adolescentes o adultos.
Dr. Ignacio Antépara Ercoreca
Especialista en Alergología por la Universidad de Navarra y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
Autor originalKarla Andrea Donoso Bascur
Licenciada en Psicología, Escuela de Psicología, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile.
Revisor clínico