¿Quién es un cuidador de un enfermo de Alzheimer?
Un cuidador principal es cualquier persona que cuida o ayuda a otra persona que sufre de una enfermedad que le produce algún tipo de discapacidad y que no puede realizar sus actividades cotidianas o relacionarse adecuadamente en su medio social.
Por lo general, estos cuidadores no reciben ninguna remuneración y son responsables de todo tipo de actividad que involucre la salud y bienestar del enfermo. Las familias de los cuidadores los reconocen como tales, aunque no siempre les ayudan en su tarea.
El cuidador principal de un enfermo de Alzheimer suele ser una mujer, hijas o cónyuge del enfermo, que actúa generalmente en solitario, ya que rara es la familia en la que sus miembros trabajen realmente equitativamente "en equipo" a la hora de cuidar al enfermo.
Este cuidador principal va asumiendo paulatinamente la mayor parte de las tareas del cuidar, hasta llegar realmente a no hacer casi otra cosa en su vida personal sino dedicarse 24 horas al día a esta labor.
Un cuidador profesional es una persona que puede o no tener una formación profesional previa que lo capacita para realizar las funciones de apoyo al paciente, pero que siempre recibe un pago por su trabajo.
El Alzheimer es actualmente la enfermedad neurodegenerativa más común, así como la primera causa de demencia en la población anciana.
¿Cuáles son los riesgos que corre el cuidador de una persona con Alzheimer?
El 65% de los familiares que cuidan directamente al enfermo sufrirán cambios sustanciales en sus vidas y una importante merma de su salud física o psíquica, llegando el 20% a desarrollar un cuadro intenso conocido como "burn-out" o síndrome del cuidador-quemado.
Para valorar adecuadamente el impacto familiar y personal del hecho de cuidar debemos considerar que la enfermedad de Alzheimer es una patología neurológica crónica (la supervivencia media actual al diagnóstico es de 8 a 14 años).
Esta enfermedad es incurable hoy día. Los fármacos solo son eficaces para paliar temporalmente algunos síntomas en las fases inicial y media de la enfermedad, pero no en las fases media-avanzada, avanzada o terminal. También es una enfermedad degenerativa, es decir que tiende a llegar a una invalidez funcional del paciente, por lo que cada vez es mayor la dependencia de sus cuidadores y exige una dedicación más y más exclusiva.
¿Qué es el "burn-out" o síndrome del cuidador quemado?
El síndrome del cuidador quemado o "burn-out" fue primeramente descrito en Estados Unidos en 1974.
Consiste en un profundo desgaste emocional y físico que experimenta la persona que convive y cuida a un enfermo crónico incurable tal como el enfermo de Alzheimer.
El cuidador que puede sufrirlo es aquel que llega a dedicarle casi todo su tiempo (incluso dejando de trabajar para cuidarle), generalmente en solitario (aunque haya otros familiares que suelen "lavarse las manos" y mantenerse en la periferia), durante ya muchos años y con estrategias pasivas e inadecuadas de resolución de problemas.
Se considera producido por el estrés continuado de tipo crónico (no el de tipo agudo de una situación puntual) en un batallar diario contra la enfermedad con tareas monótonas y repetitivas, con sensación de falta de control sobre el resultado final de esta labor, y que puede agotar las reservas psicofísicas del cuidador.
Incluye desarrollar actitudes y sentimientos negativos hacia los enfermos a los que se cuida, desmotivación, depresión, angustia, trastornos psicosomáticos, fatiga y agotamiento no ligado al esfuerzo, irritabilidad, despersonalización y deshumanización, comportamientos estereotipados con ineficiencia en resolver los problemas reales, agobio continuado con sentimientos de ser desbordado por la situación (Rodríguez del Álamo, 2002).
¿Qué ayuda precisa el cuidador?
Existen diferentes tipos de valoraciones que se deben hacer a la persona que realiza el trabajo de cuidador para detectar los problemas a tiempo.
Estas valoraciones se deberían tener en cuenta en los servicios de salud cuando se atiende a la persona con demencia de Alzheimer. Lamentablemente no siempre ocurre así.
Los cuidadores con mayor riesgo de enfermar son aquellos poco informados acerca de la enfermedad de su familiar y quienes llevan mucho tiempo cuidándolo, no aceptan del todo su papel o han tenido previamente enfermedades mentales como la depresión.
Se pueden hacer una serie de propuestas útiles a la hora de desarrollar programas institucionales para "cuidar al cuidador":
- Aceptar que estas reacciones de agotamiento son frecuentes e incluso previsibles en un cuidador. Son reacciones normales ante una situación "límite", pero que necesitan apoyo.
- No olvidarse de sí mismo, poniéndose siempre en segundo lugar. El "autosacrificio total" no tiene sentido.
- Pedir ayuda personal al detectar estos signos, no ocultarlos por miedo a asumir que "se está al límite de sus fuerzas" ni tampoco por culpa de no ser un súper-cuidador.
- No temer acudir a un profesional (psiquiatra o psicólogo) y a grupos de autoayuda (GAMA) de asociaciones de afectados por la enfermedad de Alzheimer que resultan ser muy eficaces.
- Aprender técnicas de relajación psicofísica, visualización distractiva, yoga, etc.
- Solicitar información y formación adecuada sobre aspectos médicos de la enfermedad (evolución futura, previsión de complicaciones, medicación) y conocimientos prácticos para enfrentar los problemas derivados tales como nutrición, higiene, adaptación del hogar, movilizaciones del paciente, etc. Todo ello incrementa el sentimiento de control y de eficacia personal.
- Marcarse objetivos reales, a corto plazo y factibles en las tareas del cuidar. No mantener expectativas irreales ("El enfermo no va a empeorar más de lo que está"), ni tampoco ideas omnipotentes sobre uno ("Voy a solucionar todos los problemas yo sólo").
- Ser capaz de delegar tareas en otros familiares o personal contratado (sanitario o del hogar). No creerse imprescindible.
- Mantenerse automotivado a largo plazo, auto reforzarse en los éxitos, felicitándose a sí mismo por todo lo bueno que va haciendo.
- No fijarse sólo en las deficiencias y fallos que se tengan.
- Cuidar especialmente los propios descansos y la propia alimentación: parar 10 minutos cada dos horas, dormir las horas suficientes y mantener una dieta adecuada.
- Tomarse también cada día una hora para realizar los asuntos propios. Asimismo, permitirse un merecido descanso diario o semanal, fuera del contacto directo con el enfermo.
- Si se puede, realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.
- Evitar el aislamiento: obligarse a mantener el contacto con amigos y otros familiares. Salir de la casa con otras personas, no quedarse "enclaustrado". Los vínculos afectivos cálidos amortiguan el estrés.
- Saber poner límite a las demandas excesivas del paciente; hay que saber decir NO, sin sentirse culpable por ello (asertividad).
- Expresar abiertamente a otros las frustraciones, temores o propios resentimientos, es un escape emocional siempre beneficioso.
- Planificar las actividades de la semana y del día. Establecer prioridades de tareas, diferenciando lo urgente de lo importante. Decidir qué cosas no va a poder realizarlas con bastante probabilidad. La falta de tiempo es una de las primeras causas de agobio.
- Promocionar la independencia del paciente. No debe realizar el cuidador lo que el enfermo pueda hacer por sí mismo, aunque lo haga lento o mal.
- Usar centros de día, residencias de respiro temporal, o personal contratado de asistencia domiciliaria.
Dr. Ignacio Antépara Ercoreca
Especialista en Alergología por la Universidad de Navarra y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
Autor originalDra. Yolanda Patricia Gómez González
Especialista en Medicina general y licenciada en medicina por la universidad nacional de Colombia.
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