¿Qué es el síndrome de piernas inquietas?
El síndrome de las piernas inquietas es una enfermedad neurológica en la que aparecen síntomas de dolor, contracciones y hormigueos en las piernas de una persona sobre todo al acostarse impidiendo el sueño.
Es un padecimiento muy común, pero no siempre fácil de diagnosticar, ya que se puede pasar por alto en la consulta médica y es muy similar a otras enfermedades.
¿Cuáles son los síntomas del síndrome de piernas inquietas?
Los principales síntomas del síndrome de piernas inquietas son:
- Pueden aparecer sensaciones de andar insectos por las piernas, sensaciones de hormigueos, alteraciones de temperatura (frío, calor, sensación de quemadura) y contracciones musculares espásticas, dolor, etc. que hacen que la persona tenga que mover las piernas sin poderlo evitar.
- Los movimientos constantes de las piernas hacen que el sueño resulte muy comprometido o imposible.
- La persona puede mover las piernas también mientras duerme.
- Puede haber movimientos involuntarios de las piernas mientras la persona está despierta.
- Los síntomas empeoran con la quietud: cuando la persona está acostada o sentada.
- Los síntomas mejoran con el movimiento.
- Es más frecuente que los síntomas se produzcan al atardecer o en la noche.
- La zona afectada suele ser a nivel de las pantorrillas, pero puede afectar a toda la extremidad, con una o ambas piernas.
¿Cuál es la causa que lo provoca?
El síndrome de las piernas inquietas tiene una base genética asociada con problemas diversos como alteraciones de transporte de hierro al cerebro y por ello una mala transmisión de dopamina como neurotransmisor.
La dopamina altera tanto la sensación de dolor como los movimientos en las extremidades.
Muchas veces no hay una causa establecida. Esto es lo más frecuente y suele ocurrir en personas que comienzan a presentar el síndrome de piernas inquietas muy jóvenes, hacia los 20 años. En estos casos suele haber algún familiar que padece la enfermedad.
El síndrome de piernas inquietas tiene una evolución muy diferente en cada persona. Algunos tienen los síntomas por décadas, otros los presentan en brotes episódicos con periodos de ausencia completa del problema, mientras algunos otros presentan los síntomas algunas veces y luego nunca más.
Entre las causas de aumento de la acción inadecuada de la dopamina están:
- El uso de algunos antidepresivos y de medicamentos antidopaminérgicos.
- El embarazo.
- La anemia ferropénica (por deficiencia de hierro).
- La insuficiencia renal crónica.
- La insuficiencia hepática.
- La diabetes mellitus cuando produce daño del nervio periférico.
- Algunas enfermedades neurológicas como la esclerosis múltiple y la enfermedad de Parkinson.
¿Cómo se puede detectar?
Para realizar el diagnóstico de síndrome de piernas inquietas es necesario que se cumplan los cuatro criterios siguientes de manera obligatoria:
- La persona siente la necesidad imperiosa de mover las piernas porque siente malestar en ellas.
- Los síntomas aparecen y se agravan con el reposo.
- Los síntomas mejoran con el ejercicio.
- Los síntomas se presentan más al atardecer y en la noche.
A veces, la persona tiene síntomas difíciles de definir y que se pueden confundir con otras enfermedades como:
- La acatisia que es la necesidad constante de mover las piernas y no permanecer sentado que aparece con ciertos fármacos o en la enfermedad de Parkinson.
- La mioclonía nocturna o movimientos periódicos de las extremidades durante el sueño. Son sacudidas de las extremidades al empezar a dormirse. Por lo general se mueven pies, rodillas y caderas en secuencias periódicas durante minutos u horas. Estos movimientos pueden o no alterar el sueño.
- La aparición de calambres nocturnos, que es frecuente.
- Trastornos de conducta en el sueño que son movimientos más elaborados acompañados de sueños vívidos.
- Las neuropatías periféricas que pueden producir hormigueo y dolor en las piernas.
- Alteraciones de las venas (várices e insuficiencia venosa).
- Artrosis y artritis que producen dolor que empeora con el movimiento.
- Fibromialgia en la que duelen también otras partes del cuerpo y tampoco mejora con el movimiento.
- La ansiedad y el insomnio.
Cuando hay duda en el diagnóstico del síndrome de piernas inquietas se realizan estudios específicos, principalmente:
- Polisomnografía: Es un registro de múltiples funciones que suele estar acompañada por un video de una noche completa de sueño. Se pueden ver y cuantificar los movimientos durante el sueño y diferenciarlos de otras enfermedades.
- Test de inmovilización sugerida: consiste en que la persona esté reclinada en cama con las piernas estiradas y el tronco a 90 grados sin realizar ninguna actividad mientras se realiza un registro de la electricidad muscular llamado electromiografía de los músculos tibiales anteriores. Al mismo tiempo, la persona escribe cuál es la intensidad de su dolor o molestia en una escala de 0 a 10. Es un examen que se debe realizar al anochecer, generalmente 90 minutos antes de la hora habitual de irse a dormir.
- Actimetría: consiste en utilizar un pequeño aparato llamado actímetro que se suele colocar en el tobillo durante una semana registrando todos los movimientos normales y anormales que se sucedan en ese periodo de tiempo. Estos datos se analizan con un programa informático. A veces se combina con un diario de sueño escrito por el paciente.
También se puede hacer una prueba administrando medicamentos dopaminérgicos como levodopa y carbidopa. Si los síntomas mejoran, se apoya el diagnóstico.
¿Cuál es el tratamiento recomendado?
Los medicamentos utilizados para tratar el síndrome de piernas inquietas solo mejoran en alguna medida los síntomas, pero no detienen el progreso de la enfermedad.
El médico debe decidir en conjunto con el paciente si se administran estos medicamentos.
Esta decisión es individual porque depende del malestar que presente la persona y de qué tanto afecte su vida cotidiana. Además, en casos especiales como la insuficiencia renal o el embarazo, la decisión es aún más difícil.
A veces se hace la prueba algunos días para evaluar la respuesta a los fármacos.
Los fármacos más utilizados son los antiparkinsonianos (agonistas dopaminérgicos): bromocriptina, cabergolina, pergolida, pramipexol, ropinirol, y el parche de rotigotina.
Se pueden usar suplementos de hierro si la ferritina en sangre es menor de 20 ng/mL. En embarazadas, los suplementos de hierro y ácido fólico son útiles.
En otros casos, se asocian medicamentos antiepilépticos como enacarbilo de gabapentina, pregabalina y carbamazepina.
Los opioides y las benzodiacepinas pueden ser tratamientos alternativos teniendo en cuenta su alto riesgo de producir dependencia.
Cuando no hay mejoría con el tratamiento o los síntomas no son típicos, la persona debe tener una valoración con un médico especialista en trastornos del sueño.
Dr. Ignacio Antépara Ercoreca
Especialista en Alergología por la Universidad de Navarra y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
Autor originalDra. Yolanda Patricia Gómez González
Especialista en Medicina general y licenciada en medicina por la universidad nacional de Colombia.
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